[Capítulo IV: Fallas en nuestra economía de mercado] El debate ideológico (Capitalismo Corporativo vs. Capitalismo Competitivo)
[http://www.cep.org.ar/articulo.php?doc=el_debate_ideologico&ids=189]
El debate ideológico
Mario Teijeiro, 08 de Febrero del 2005
El debate ideológico entre izquierdas y derechas ha reducido sus diferencias en el mundo desarrollado. Es que el fracaso estrepitoso de la utopía comunista ha dejado al capitalismo privado como el único camino posible. El socialismo se ha “aggiornado” para llegar a la síntesis de la “tercera vía”, que básicamente acepta la eficiencia de la economia de mercado y se limita a proponer acciones distributivas para corregir sus “falencias e inequidades”. La experiencia comunista fue suficiente para demostrar que cualquier experiencia colectivista que reniegue del derecho de propiedad y la iniciativa individual, está condenada al fracaso rotundo.
Pero las (hoy acotadas) discrepancias ideológicas siguen siendo importantes, yo diría que decisivas para la suerte de las economías emergentes. La izquierda no puede oponer un modelo alternativo que funcione, pero ello no impide que rechace las consecuencias del capitalismo. Es que la economía de mercado es un instrumento formidable para fomentar la iniciativa individual y orientar (a través de precios libres) a la iniciativa privada para que invierta y produzca lo que la sociedad en su conjunto valora y demanda. Pero aún teniendo una eficiencia insuperable en el objetivo de promover el crecimiento, la economía de mercado no es un instrumento que garantice automáticamente una “justa distribución del ingreso”, objetivo primario y permanente de la izquierda. La razón es simple: si liberamos los individuos a su propia iniciativa e intereses individuales, es lógico que saquen ventajas quienes de arranque tienen mayor capital, mayor capacidad o mayor ambición de progreso material. Es como en una carrera de caballos: en las gateras no hay diferencias, es cuando ellas se abren que las diferencias afloran. Al final unos llegan antes que otros, pero la competencia da la posibilidad que todos progresen al límite de sus posibilidades. El problema de la izquierda es que no está dispuesta a aceptar las consecuencias de las irremediables diferencias que existen entre los humanos y pretende que todos lleguen en la misma línea, que no haya ni ganadores ni perdedores.
Pero si el fracaso del comunismo ha hecho que la izquierda acepte (a regañadientes y sin unanimidad) que haya competencia y apropiación del triunfo, ¿en qué propuestas se materializa el rechazo a las “injustas consecuencias” del mercado?. Una primera propuesta es procurar que todos partan con la misma preparación, garantizando la “igualdad de oportunidades”. Igualar oportunidades es un objetivo compartido por la izquierda y por una parte importante del liberalismo, aunque hay diferencias substanciales en cómo intentar este elusivo objetivo . La segunda propuesta (obviamente no compartida por el liberalismo) es “meter mano” y distorsionar la competencia, de tal manera de otorgar ventajas a quienes en principio serían los “perdedores”. Dentro de este grupo entrarían acciones estatales destinadas a proteger a determinados sectores, ya sea de la competencia externa o interna. La tercera propuesta (tampoco compartida por el liberalismo) es dejar que la competencia se realice sin interferencias, pero al momento de repartir los premios, morigerar las diferencias entre ganadores y perdedores. La acción distributiva del Estado a través de los impuestos y del gasto público apunta a ese objetivo de lograr una distribución más igualitaria que la que produciría la libre competencia.
La diferencia esencial que caracteriza a la derecha y a la izquierda es que mientras la primera está por la aceptación de las diferencias en aras de que todos estén mejor, la segunda privilegia la igualdad, sin importarle las consecuencias sobre el nivel general de ingresos. “Hay que igualar, para abajo o para arriba”, afirma Cristina Kirchner. ¿Pero es que no podemos aspirar simultáneamente al crecimiento y a una justa distribución del ingreso?. Indudablemente no, hay un conflicto insuperable: si el Estado interviene para cambiar las reglas de la competencia y/o para cambiar el resultado final, en el intento afectará los incentivos para que las empresas y los individuos inviertan y se esfuercen. ¿Cómo evitar que todos queramos ser “rentistas”, recibiendo la “solidaridad” del Estado sin trabajar u obteniendo protecciones especiales para invertir sin riesgo?. Por supuesto que la intervención estatal no es una cuestión de blanco o negro, los efectos perversos sobre los incentivos serán proporcionales a su intensidad.
Distintos capitalismos
En el mundo desarrollado, el debate entre izquierdas y derechas se da hoy entre variantes del capitalismo privado. La diferencia ahora relevante es entre capitalismo con distintos grados de ingerencia estatal. Si bien no hay modelos totalmente puros, las diferencias ideológicas se plantean entre:
• un capitalismo corporativo (con proteccionismo, apoyos especiales del Estado, fuerte regulación de mercados), y un papel distribuidor a través de un desarrollado Estado de Bienestar, y
• un capitalismo competitivo, sin proteccionismo y con regulaciones estatales limitadas a asegurar derechos de propiedad y ambientes competitivos y con una política distributiva limitada a igualar oportunidades y paliar la pobreza extrema.
El modelo más cercano al capitalismo corporativo es el modelo europeo; el más cercano al capitalismo competitivo es el americano. Ambos modelos son capitalistas, en el sentido que respetan la propiedad y la acumulación privada, pero las diferencias son todavía substanciales en cuanto al respeto por las libertades de mercado. El mundo ha sido y continúa siendo un laboratorio de experiencias y el resultado es inapelable: los países que más crecen y sacan más gente de la pobreza son aquellos en los que el Estado menos interviene en el funcionamiento o en los resultados del mercado. Estados Unidos crece más que Europa. Las diferencias de crecimiento son aún más notorias entre los países emergentes que se han decidido por un capitalismo abierto y competitivo (China y Chile, por ejemplo) y aquellos que insisten con un fuerte intervencionismo estatal.
Ideología y realidad en los países emergentes
A pesar de esta evidencia, la izquierda rechaza la globalización promoviendo el proteccionismo y rechaza las “injusticias” del mercado promoviendo un Estado cada vez distribuidor. ¿Es que acaso no es más ético preferir la igualdad que aceptar las diferencias que produce el mercado?. Es que no se trata de poner a competir éticas voluntaristas, sino de cotejar alternativas posibles. ¿A qué costo en términos de menor crecimiento y mayor pobreza, se pueden intentar politicas distribucionistas en países emergentes?. Porque si el costo (en términos de menor crecimiento) es alto y el beneficio (en términos de mejor distribución del ingreso) es bajo, la propuesta de la izquierda, aunque éticamente atractiva, sería costosa e indeseable. La experiencia demuestra que Cuba, Zimbabwe y otras experiencias socialistas sólo han podido “igualar hacia abajo”, empobreciendo a la mayoría.
La realidad que enfrentan los países emergentes es paradójica: por un lado tienen índices de desigualdad y pobreza cuya corrección aparentemente demandaría políticas distributivas más intensas que las realizadas en los países desarrollados. La paradoja es que los márgenes para ejecutar esas políticas son muchísimo menores en los países emergentes. La razón es simple: se trata de economías periféricas sin capacidad para retener sus capitales, que fugan apenas se les quiere imponer condiciones menos favorables que las que encuentran en otros países. Esto hace que los intentos distribucionistas logren dos males simultáneamente: el crecimiento es menor porque los capitales fugan y el costo del intento lo pagan los asalariados con menores salarios o desempleo. La única alternativa que tienen los países emergentes es crecer antes de distribuir, lo que requiere la aplicación de un capitalismo competitivo y fiscalmente responsable (no corporativo y fiscalmente irresponsable como el de los 90).
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Posted by Alberdi & Urquiza to Capítulo IV: Fallas en nuestra economía de mercado at 2/24/2005 08:52:00 PM
El debate ideológico
Mario Teijeiro, 08 de Febrero del 2005
El debate ideológico entre izquierdas y derechas ha reducido sus diferencias en el mundo desarrollado. Es que el fracaso estrepitoso de la utopía comunista ha dejado al capitalismo privado como el único camino posible. El socialismo se ha “aggiornado” para llegar a la síntesis de la “tercera vía”, que básicamente acepta la eficiencia de la economia de mercado y se limita a proponer acciones distributivas para corregir sus “falencias e inequidades”. La experiencia comunista fue suficiente para demostrar que cualquier experiencia colectivista que reniegue del derecho de propiedad y la iniciativa individual, está condenada al fracaso rotundo.
Pero las (hoy acotadas) discrepancias ideológicas siguen siendo importantes, yo diría que decisivas para la suerte de las economías emergentes. La izquierda no puede oponer un modelo alternativo que funcione, pero ello no impide que rechace las consecuencias del capitalismo. Es que la economía de mercado es un instrumento formidable para fomentar la iniciativa individual y orientar (a través de precios libres) a la iniciativa privada para que invierta y produzca lo que la sociedad en su conjunto valora y demanda. Pero aún teniendo una eficiencia insuperable en el objetivo de promover el crecimiento, la economía de mercado no es un instrumento que garantice automáticamente una “justa distribución del ingreso”, objetivo primario y permanente de la izquierda. La razón es simple: si liberamos los individuos a su propia iniciativa e intereses individuales, es lógico que saquen ventajas quienes de arranque tienen mayor capital, mayor capacidad o mayor ambición de progreso material. Es como en una carrera de caballos: en las gateras no hay diferencias, es cuando ellas se abren que las diferencias afloran. Al final unos llegan antes que otros, pero la competencia da la posibilidad que todos progresen al límite de sus posibilidades. El problema de la izquierda es que no está dispuesta a aceptar las consecuencias de las irremediables diferencias que existen entre los humanos y pretende que todos lleguen en la misma línea, que no haya ni ganadores ni perdedores.
Pero si el fracaso del comunismo ha hecho que la izquierda acepte (a regañadientes y sin unanimidad) que haya competencia y apropiación del triunfo, ¿en qué propuestas se materializa el rechazo a las “injustas consecuencias” del mercado?. Una primera propuesta es procurar que todos partan con la misma preparación, garantizando la “igualdad de oportunidades”. Igualar oportunidades es un objetivo compartido por la izquierda y por una parte importante del liberalismo, aunque hay diferencias substanciales en cómo intentar este elusivo objetivo . La segunda propuesta (obviamente no compartida por el liberalismo) es “meter mano” y distorsionar la competencia, de tal manera de otorgar ventajas a quienes en principio serían los “perdedores”. Dentro de este grupo entrarían acciones estatales destinadas a proteger a determinados sectores, ya sea de la competencia externa o interna. La tercera propuesta (tampoco compartida por el liberalismo) es dejar que la competencia se realice sin interferencias, pero al momento de repartir los premios, morigerar las diferencias entre ganadores y perdedores. La acción distributiva del Estado a través de los impuestos y del gasto público apunta a ese objetivo de lograr una distribución más igualitaria que la que produciría la libre competencia.
La diferencia esencial que caracteriza a la derecha y a la izquierda es que mientras la primera está por la aceptación de las diferencias en aras de que todos estén mejor, la segunda privilegia la igualdad, sin importarle las consecuencias sobre el nivel general de ingresos. “Hay que igualar, para abajo o para arriba”, afirma Cristina Kirchner. ¿Pero es que no podemos aspirar simultáneamente al crecimiento y a una justa distribución del ingreso?. Indudablemente no, hay un conflicto insuperable: si el Estado interviene para cambiar las reglas de la competencia y/o para cambiar el resultado final, en el intento afectará los incentivos para que las empresas y los individuos inviertan y se esfuercen. ¿Cómo evitar que todos queramos ser “rentistas”, recibiendo la “solidaridad” del Estado sin trabajar u obteniendo protecciones especiales para invertir sin riesgo?. Por supuesto que la intervención estatal no es una cuestión de blanco o negro, los efectos perversos sobre los incentivos serán proporcionales a su intensidad.
Distintos capitalismos
En el mundo desarrollado, el debate entre izquierdas y derechas se da hoy entre variantes del capitalismo privado. La diferencia ahora relevante es entre capitalismo con distintos grados de ingerencia estatal. Si bien no hay modelos totalmente puros, las diferencias ideológicas se plantean entre:
• un capitalismo corporativo (con proteccionismo, apoyos especiales del Estado, fuerte regulación de mercados), y un papel distribuidor a través de un desarrollado Estado de Bienestar, y
• un capitalismo competitivo, sin proteccionismo y con regulaciones estatales limitadas a asegurar derechos de propiedad y ambientes competitivos y con una política distributiva limitada a igualar oportunidades y paliar la pobreza extrema.
El modelo más cercano al capitalismo corporativo es el modelo europeo; el más cercano al capitalismo competitivo es el americano. Ambos modelos son capitalistas, en el sentido que respetan la propiedad y la acumulación privada, pero las diferencias son todavía substanciales en cuanto al respeto por las libertades de mercado. El mundo ha sido y continúa siendo un laboratorio de experiencias y el resultado es inapelable: los países que más crecen y sacan más gente de la pobreza son aquellos en los que el Estado menos interviene en el funcionamiento o en los resultados del mercado. Estados Unidos crece más que Europa. Las diferencias de crecimiento son aún más notorias entre los países emergentes que se han decidido por un capitalismo abierto y competitivo (China y Chile, por ejemplo) y aquellos que insisten con un fuerte intervencionismo estatal.
Ideología y realidad en los países emergentes
A pesar de esta evidencia, la izquierda rechaza la globalización promoviendo el proteccionismo y rechaza las “injusticias” del mercado promoviendo un Estado cada vez distribuidor. ¿Es que acaso no es más ético preferir la igualdad que aceptar las diferencias que produce el mercado?. Es que no se trata de poner a competir éticas voluntaristas, sino de cotejar alternativas posibles. ¿A qué costo en términos de menor crecimiento y mayor pobreza, se pueden intentar politicas distribucionistas en países emergentes?. Porque si el costo (en términos de menor crecimiento) es alto y el beneficio (en términos de mejor distribución del ingreso) es bajo, la propuesta de la izquierda, aunque éticamente atractiva, sería costosa e indeseable. La experiencia demuestra que Cuba, Zimbabwe y otras experiencias socialistas sólo han podido “igualar hacia abajo”, empobreciendo a la mayoría.
La realidad que enfrentan los países emergentes es paradójica: por un lado tienen índices de desigualdad y pobreza cuya corrección aparentemente demandaría políticas distributivas más intensas que las realizadas en los países desarrollados. La paradoja es que los márgenes para ejecutar esas políticas son muchísimo menores en los países emergentes. La razón es simple: se trata de economías periféricas sin capacidad para retener sus capitales, que fugan apenas se les quiere imponer condiciones menos favorables que las que encuentran en otros países. Esto hace que los intentos distribucionistas logren dos males simultáneamente: el crecimiento es menor porque los capitales fugan y el costo del intento lo pagan los asalariados con menores salarios o desempleo. La única alternativa que tienen los países emergentes es crecer antes de distribuir, lo que requiere la aplicación de un capitalismo competitivo y fiscalmente responsable (no corporativo y fiscalmente irresponsable como el de los 90).
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Posted by Alberdi & Urquiza to Capítulo IV: Fallas en nuestra economía de mercado at 2/24/2005 08:52:00 PM
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