Los 5 "Domingo Cavallo"
No entendemos al Mingo
Por Luis Fernando Calviño y Víctor Eduardo Lapegna
Los autores de esta nota no somos economistas profesionales. Somos gente dedicada a la política, que hace ya muchos años nos ocupamos, entre otras cosas, de seguir y analizar la realidad económica.
Desde esa condición -que, considerada desde un punto de vista epistemológico, tanto puede entenderse que limita como que amplía nuestra aptitud para discernir en materia económica- queremos admitir públicamente que Domingo Felipe Cavallo, después de un mes en el ejercicio del poder, consiguió suscitarnos más angustias que tranquilidades, más incertidumbres que certezas, más suspicacia que confianza.
Este "Cavallo V" que estamos conociendo, nos resulta más difícil de entender que sus versiones precedentes.
Los cinco Cavallos
No es muy difícil entender al "Cavallo I", que llegó a la Presidencia del Banco Central en el turno del general Roberto Viola, de la mano del general Horacio Liendo. Era por entonces un joven y ambicioso economista, con una alta dosis de megalomanía, que accedía a un espacio de alta significación merced a sus contactos con la rosca empresaria y militar que, ilegal e ilegítimamente, detentaba por entonces el poder. ¿Habrá sido en esos años cuando conoció a Fernando De la Rua?
Tampoco es difícil entender al "Cavallo II", que logró reciclarse en la democracia merced a que sus mecenas empresarios le pidieron a José Manuel De la Sota que lo incluyera en las listas de candidatos a diputados nacionales del justicialismo de Córdoba, a lo que el actual gobernador de aquella Provincia accedió, en una muestra de su visión estratégica.
El "Cavallo III", que entre 1989 y 1995 ocupó primero el Ministerio de Relaciones Exteriores y después el de Economía en las presidencias de Carlos Saúl Menem, fue el que obtuvo fama y prestigio en la Argentina y en el mundo, merced a las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por el gobierno del Justicialismo en esos años. Los objetivos que se le impusieron en sus gestiones ministeriales desde el poder político que ejercía Menem fueron suficientemente claros, precisos, firmes y coherentes como para que este "Cavallo III" pudiera desplegar toda su mucha capacidad de acción para llevarlos a cabo. Esas condiciones del poder político, al que servía, hacían que este Cavallo también fuera fácilmente comprensible.
El "Cavallo IV" surgió cuando pretendió asumir como propios y exclusivos los éxitos del gobierno justicialista, mostrando que su megalomanía de origen -tal vez por las fuertes presiones a las que estaba sometido en razón de sus altas responsabilidades de Estado- había crecido hasta niveles patológicos. Esa soberbia enfermiza le hizo suponer que ya no necesitaba de "padrinos" -a la manera del general Liendo, De la Sota o Menem- para acceder a posiciones de poder, y creyó posible inventarse a sí mismo como líder político, lanzando su candidatura a Presidente de la Nación y a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque sólo consiguió ser elegido diputado nacional. No es difícil entender a este "Cavallo IV", que ha de haber alimentado un hondo resentimiento hacia el pueblo argentino por que, a la hora de votar, no quiso situarlo en las altas posiciones de poder a las que él está seguro que está llamado a ocupar, casi por mandato divino.
El "Cavallo V" que pasó a ser la expresión excluyente del poder político ("Chupete al gobierno, Mingo al Poder" podría ser la consigna que reflejara el cuadro de situación que parece haberse configurado) y al que estamos comenzando a conocer, a diferencia de sus encarnaciones precedentes, en un mes de ejercicio de sus "superpoderes" logró desorientarnos.
Cavallo en acción
Sucede que, con una temible coherencia, el ministro no ha dejado de hacer exactamente lo contrario de lo que dijo hace algunos años. Y, lo que es peor, tampoco se ha privado de hacer lo contrario de lo que afirma hoy día.
Dijo que presentaba al Congreso lo que era una "Ley de Competitividad", que constituiría el complemento necesario de la "Ley de Convertibilidad". Lo que hizo con esa ley fue crear un nuevo impuesto distorsivo, sacando de los bolsillos de la gente el dinero que necesita el Estado y subió aranceles a la importación de ciertos bienes, con lo que tiende a proteger actividades económicas en las que los argentinos, lamentablemente, no podemos alcanzar competitividad. Dijo que pondría en marcha una reforma de Estado que había quedado inconclusa durante su anterior gestión en el Ministerio de Economía. Lo que en realidad hizo fue echar mano de los encajes bancarios y utilizar las reservas para atender a las necesidades de financiación del Estado, al tiempo que comenzó a colocar a su propia tropa en todos los espacios de gobierno a los que pudo acceder. Dijo que venía a sostener la convertibilidad de cuya autoría se precia y que permitió que en los últimos diez años la Argentina alcanzara una notable estabilidad. Lo que hizo fue abrir el camino para terminar con el régimen de conversión de 1 peso = 1 dólar, que es el pilar esencial que tiene la convertibilidad en la realidad y en el imaginario de los argentinos y al introducir al euro como componente de la paridad monetaria, en apenas dos o tres semanas se habrá abierto el camino para una devaluación apenas encubierta, con las nefastas consecuencias que ello implicaría para la inmensa mayoría de los argentinos y el previsible efecto de una mayor dolarización. De paso, con su proyecto de canasta de monedas, el "Cavallo V" llevó a que el presidente De la Rúa, una vez más, desmintiera con sus actos de gobierno una de las principales promesas del candidato De la Rúa, aquel que aparecía en un spot televisivo presentándose como la garantía de que se iba a mantener lo de "un peso = un dólar". Dijo que bastaba con su presencia en el gobierno de la Alianza para restaurar la confianza del mundo en la Argentina, esa que durante la década de Menem habíamos logrado conquistar con duro esfuerzo y que el actual gobierno dilapidó miserablemente en apenas un año. Lo que hizo fue pelearse con todo aquél que en el mundo se permitiera dudar de su infalibilidad -fuera un académico de la economía de Estados Unidos o el canciller de uno de nuestros socios en el Mercosur- y en el mejor de los casos apenas recogió una neutralidad valorativa que, al menos hasta ahora, no llevó a que se redujera nuestra tasa de riesgo-país, o a que se perciban señales de que en el mundo haya muchos dispuestos a prestarle plata al "Cavallo V" o a la Argentina. Por último, pero no por eso menos importante, dijo que la situación de recesión-depresión que venimos padeciendo desde hace tanto tiempo se comenzaría a revertir muy rápidamente. Nada hizo para que ello suceda y las medidas hasta ahora adoptadas, en el mejor de los casos, van a tener sobre nuestra estancada economía un efecto semejante al de una alta dosis de morfina aplicada a quien padece una enfermedad terminal. ¿Porqué el "Cavallo V", en el mes que lleva ocupando el poder político de facto, no cesó de hacer lo contrario de lo que dijo?.
Creemos que lo hace guiado por su enfermizo odio contra Menem y su aversión, no menos patológica, a la dolarización. De tal manera pareciera que los argentinos estamos sometidos a una combinación nefasta: un ministro que ejerce el poder cargado de megalomanía y un presidente que no parece ejercer el gobierno y está vacío de ideas hasta la exasperación, a los que no une el amor sino el espanto a Menem y a la dolarización.
Así las cosas, todo lleva a suponer que marchamos hacia una inminente crisis política por la defección definitiva de la Alianza ("no voy a imponer a la Alianza un acuerdo con Cavallo", dijo De la Rúa, lo que suena más a confesión de impotencia que a expresión de voluntad), sumada una agudizada crisis económica, debido a que no se producirá la reactivación prometida, en tanto no va a bajar el riesgo-país, no habrá afluencia de inversiones externas, ni aparece la intención de adoptar medidas que tiendan, efectivamente a reanimar la alicaída economía argentina.
Por lo dicho, no terminamos de entender a este "Cavallo V" que, como dijimos, nos suscita más angustias que tranquilidades, más incertidumbres que certezas, más suspicacia que confianza.
Buenos Aires, 18 de abril de 2001.-
Por Luis Fernando Calviño y Víctor Eduardo Lapegna
Los autores de esta nota no somos economistas profesionales. Somos gente dedicada a la política, que hace ya muchos años nos ocupamos, entre otras cosas, de seguir y analizar la realidad económica.
Desde esa condición -que, considerada desde un punto de vista epistemológico, tanto puede entenderse que limita como que amplía nuestra aptitud para discernir en materia económica- queremos admitir públicamente que Domingo Felipe Cavallo, después de un mes en el ejercicio del poder, consiguió suscitarnos más angustias que tranquilidades, más incertidumbres que certezas, más suspicacia que confianza.
Este "Cavallo V" que estamos conociendo, nos resulta más difícil de entender que sus versiones precedentes.
Los cinco Cavallos
No es muy difícil entender al "Cavallo I", que llegó a la Presidencia del Banco Central en el turno del general Roberto Viola, de la mano del general Horacio Liendo. Era por entonces un joven y ambicioso economista, con una alta dosis de megalomanía, que accedía a un espacio de alta significación merced a sus contactos con la rosca empresaria y militar que, ilegal e ilegítimamente, detentaba por entonces el poder. ¿Habrá sido en esos años cuando conoció a Fernando De la Rua?
Tampoco es difícil entender al "Cavallo II", que logró reciclarse en la democracia merced a que sus mecenas empresarios le pidieron a José Manuel De la Sota que lo incluyera en las listas de candidatos a diputados nacionales del justicialismo de Córdoba, a lo que el actual gobernador de aquella Provincia accedió, en una muestra de su visión estratégica.
El "Cavallo III", que entre 1989 y 1995 ocupó primero el Ministerio de Relaciones Exteriores y después el de Economía en las presidencias de Carlos Saúl Menem, fue el que obtuvo fama y prestigio en la Argentina y en el mundo, merced a las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por el gobierno del Justicialismo en esos años. Los objetivos que se le impusieron en sus gestiones ministeriales desde el poder político que ejercía Menem fueron suficientemente claros, precisos, firmes y coherentes como para que este "Cavallo III" pudiera desplegar toda su mucha capacidad de acción para llevarlos a cabo. Esas condiciones del poder político, al que servía, hacían que este Cavallo también fuera fácilmente comprensible.
El "Cavallo IV" surgió cuando pretendió asumir como propios y exclusivos los éxitos del gobierno justicialista, mostrando que su megalomanía de origen -tal vez por las fuertes presiones a las que estaba sometido en razón de sus altas responsabilidades de Estado- había crecido hasta niveles patológicos. Esa soberbia enfermiza le hizo suponer que ya no necesitaba de "padrinos" -a la manera del general Liendo, De la Sota o Menem- para acceder a posiciones de poder, y creyó posible inventarse a sí mismo como líder político, lanzando su candidatura a Presidente de la Nación y a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque sólo consiguió ser elegido diputado nacional. No es difícil entender a este "Cavallo IV", que ha de haber alimentado un hondo resentimiento hacia el pueblo argentino por que, a la hora de votar, no quiso situarlo en las altas posiciones de poder a las que él está seguro que está llamado a ocupar, casi por mandato divino.
El "Cavallo V" que pasó a ser la expresión excluyente del poder político ("Chupete al gobierno, Mingo al Poder" podría ser la consigna que reflejara el cuadro de situación que parece haberse configurado) y al que estamos comenzando a conocer, a diferencia de sus encarnaciones precedentes, en un mes de ejercicio de sus "superpoderes" logró desorientarnos.
Cavallo en acción
Sucede que, con una temible coherencia, el ministro no ha dejado de hacer exactamente lo contrario de lo que dijo hace algunos años. Y, lo que es peor, tampoco se ha privado de hacer lo contrario de lo que afirma hoy día.
Dijo que presentaba al Congreso lo que era una "Ley de Competitividad", que constituiría el complemento necesario de la "Ley de Convertibilidad". Lo que hizo con esa ley fue crear un nuevo impuesto distorsivo, sacando de los bolsillos de la gente el dinero que necesita el Estado y subió aranceles a la importación de ciertos bienes, con lo que tiende a proteger actividades económicas en las que los argentinos, lamentablemente, no podemos alcanzar competitividad. Dijo que pondría en marcha una reforma de Estado que había quedado inconclusa durante su anterior gestión en el Ministerio de Economía. Lo que en realidad hizo fue echar mano de los encajes bancarios y utilizar las reservas para atender a las necesidades de financiación del Estado, al tiempo que comenzó a colocar a su propia tropa en todos los espacios de gobierno a los que pudo acceder. Dijo que venía a sostener la convertibilidad de cuya autoría se precia y que permitió que en los últimos diez años la Argentina alcanzara una notable estabilidad. Lo que hizo fue abrir el camino para terminar con el régimen de conversión de 1 peso = 1 dólar, que es el pilar esencial que tiene la convertibilidad en la realidad y en el imaginario de los argentinos y al introducir al euro como componente de la paridad monetaria, en apenas dos o tres semanas se habrá abierto el camino para una devaluación apenas encubierta, con las nefastas consecuencias que ello implicaría para la inmensa mayoría de los argentinos y el previsible efecto de una mayor dolarización. De paso, con su proyecto de canasta de monedas, el "Cavallo V" llevó a que el presidente De la Rúa, una vez más, desmintiera con sus actos de gobierno una de las principales promesas del candidato De la Rúa, aquel que aparecía en un spot televisivo presentándose como la garantía de que se iba a mantener lo de "un peso = un dólar". Dijo que bastaba con su presencia en el gobierno de la Alianza para restaurar la confianza del mundo en la Argentina, esa que durante la década de Menem habíamos logrado conquistar con duro esfuerzo y que el actual gobierno dilapidó miserablemente en apenas un año. Lo que hizo fue pelearse con todo aquél que en el mundo se permitiera dudar de su infalibilidad -fuera un académico de la economía de Estados Unidos o el canciller de uno de nuestros socios en el Mercosur- y en el mejor de los casos apenas recogió una neutralidad valorativa que, al menos hasta ahora, no llevó a que se redujera nuestra tasa de riesgo-país, o a que se perciban señales de que en el mundo haya muchos dispuestos a prestarle plata al "Cavallo V" o a la Argentina. Por último, pero no por eso menos importante, dijo que la situación de recesión-depresión que venimos padeciendo desde hace tanto tiempo se comenzaría a revertir muy rápidamente. Nada hizo para que ello suceda y las medidas hasta ahora adoptadas, en el mejor de los casos, van a tener sobre nuestra estancada economía un efecto semejante al de una alta dosis de morfina aplicada a quien padece una enfermedad terminal. ¿Porqué el "Cavallo V", en el mes que lleva ocupando el poder político de facto, no cesó de hacer lo contrario de lo que dijo?.
Creemos que lo hace guiado por su enfermizo odio contra Menem y su aversión, no menos patológica, a la dolarización. De tal manera pareciera que los argentinos estamos sometidos a una combinación nefasta: un ministro que ejerce el poder cargado de megalomanía y un presidente que no parece ejercer el gobierno y está vacío de ideas hasta la exasperación, a los que no une el amor sino el espanto a Menem y a la dolarización.
Así las cosas, todo lleva a suponer que marchamos hacia una inminente crisis política por la defección definitiva de la Alianza ("no voy a imponer a la Alianza un acuerdo con Cavallo", dijo De la Rúa, lo que suena más a confesión de impotencia que a expresión de voluntad), sumada una agudizada crisis económica, debido a que no se producirá la reactivación prometida, en tanto no va a bajar el riesgo-país, no habrá afluencia de inversiones externas, ni aparece la intención de adoptar medidas que tiendan, efectivamente a reanimar la alicaída economía argentina.
Por lo dicho, no terminamos de entender a este "Cavallo V" que, como dijimos, nos suscita más angustias que tranquilidades, más incertidumbres que certezas, más suspicacia que confianza.
Buenos Aires, 18 de abril de 2001.-
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